«El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado» [Ej 23]
Un libro que es interrogante y respuesta global sobre la identidad ignaciana. Es búsqueda de aquellas características que unen. Es reflexión coral en torno a ese tipo de persona cultivada e inspirada en la espiritualidad de Ignacio de Loyola. El libro El sujeto recoge múltiples voces de distintos ámbitos académicos y disciplinas – Psicología, Pedagogía, Historia y Teología- en su mayoría de jesuitas, en torno al tipo de persona configurada a la luz de los Ejercicios Espirituales, del discernimiento, del acompañamiento personal o del modo de orar de Ignacio de Loyola. Es una búsqueda que siempre está en el fondo de una vocación de siglos. Para el padre general Arturo Sosa, que escribe el prólogo de este libro de la colección Manresa, este gran trabajo responde a la necesidad inexorable de analizar a fondo qué tipo de persona y de sociedad suponen la meta del camino de la espiritualidad ignaciana y qué horizonte debemos poner ante nuestros ojos para embarcarnos de manera constructiva en la tarea de participar en la misión desde nuestras obras apostólicas.
El director Rufino Meana SJ y los coeditores José García de Castro, Francisco Ramírez y Jaime Tatay ofrecen un trabajo que trasluce una enorme sintonía entre los 29 articulistas. Bajo el título, el sujeto, el término se refiere de manera sencilla a una realidad muy compleja. Un término común dentro de la filosofía y la psicología para referirse al ser humano y que toma protagonismo por sus resonancias a la tradición ignaciana: El propio Ignacio en los Ejercicios Espirituales habla en un momento dado de subjecto cuando se refiere a una persona que dispone o no dispone subjecto para la experiencia de los ejercicios. Y este término ha provocado que durante siglos se haya debatido su significado, explica Rufino Meana.
Es un libro que ofrece un conjunto de características comunes dentro de la diversidad de las personas. Al tener una manera de orar, de encontrarse con uno mismo o con Dios, el creyente va adquiriendo un tono, una manera de ser, una manera de estar en la sociedad y una manera de entender a Dios. Y ese tono atribuible a distintas personas con distintas personalidades es lo que llaman ignaciano. «Más allá de las diferencias qué es lo que nos une, ese es el sujeto ignaciano.
Último artículo de Ignacio Boné SJ, una contribución sobre la vulnerabilidad
Desde el Grupo de Comunicación Loyola dedicamos unas líneas a uno de los articulistas de El sujeto: Ignacio Bonés, SJ, profesor de la Universidad Pontificia Comillas. Desde el principio del libro, su contribución estaba definida: no se puede pensar la construcción del sujeto y la configuración de una personalidad sin atender a la vulnerabilidad y su relación con la tradición ignaciana. Sobre este interrogante escribe el psiquiatra fallecido repentinamente el pasado mes de diciembre lo que convertiría su artículo «Vulnerabilidad, condición humana abierta al «abrazo»y la «disposición» en su último escrito.
Comenta el director de la obra en la Introducción, que a juicio de Boné, Ignacio de Loyola vivió y propuso una lectura de lo que hoy se llamaría condición humana vulnerable. Con esa tesis de fondo, hace una aproximación sintética al actual concepto antropológico de vulnerabilidad subrayando cómo es un vector que ha sido sistemáticamente callado tanto en las biografías personales como en la cultura o en las teorías antropológicas. El estudio muestra el valor ético y espiritual de reencontrarse con la condición vulnerable propia y cómo la perspectiva ignaciana ayuda a este propósito, contribuyendo a la generación de un ser humano más íntegro, más realista y, por tanto, más capaz de ser libre.
«La peculiar belleza de la excelencia humana reside
justamente en su vulnerabilidad».
(Martha Nussbaum)