¿Quién fue Madeleine Delbrêl y por qué su vida se muestra hoy significativa para nosotros? Y esta es la pregunta que se plantea Mariola López Villanueva en este libro. Y es que Madeleine Delbrêl fue una mujer profundamente inquieta e inquietante para quienes la conocían, trataban o analizaban sus planteamientos.
Una mujer capaz de revelarse contra la ausencia de Dios en la vida más familiar, en las relaciones más domésticas o incluso en las conversaciones de ascensor. Alegría, humildad, cercanía y diálogo. Mucho diálogo. Porque a Madeleine le fascinaba la fuerza y el poder de las palabras suaves. Las que calman ánimos. Las que tienden puentes. Las que se abren a «un punto y seguido».
Madeleine fue una fuente de intercambio de ideas, de historias, valores y aprendizajes. Y de intercambio de experiencias de Dios. Un faro de esperanza justo allí, donde más costaba «hacer pie» en la densa oscuridad de la precariedad laboral, la insalubridad, marginación y pobreza. Allí actuaba la mísitica de la proximidad, encontrando a Dios en todas las cosas y en todos los rostros. En la periferia cercana. La urbana. En la periferia humana.
Y precisamente este itinerario espiritual que nos ofrece Mariola nos adentra en una vida tejida entrañablemente con los pequeños, muy humana y tomada por una insobornable alegría. Ella nos recuerda que «nuestros pasos avanzan por una calle, pero nuestro corazón late en el mundo entero». A su lado, el metro se convierte en un lugar sagrado, el café en un centro de gracia y los ruidos de la ciudad en la más extraordinaria de las liturgias.
Este libro quiere sumergirnos en esa dinámica de ternura y justicia, de contemplación y camino compartido que transitó esta mujer de periferias.