Cuando empiezas a leer los evangelios, tardas poco en darte cuenta que hay muchas contradicciones entre ellos. Desacuerdos que pueden o servir para criticar los cimientos de la fe cristiana, o para consolidarlos. Todo depende del prisma que queramos utilizar para contemplar las palabras.
¿Cómo es posible que Mateo diga una cosa sobre Jesús y Juan la contraria? ¿Dónde está la verdad? En ‘El borde del misterio‘, el dominico Timothy Radcliffe nos habla de esa estrecha relación el Cristianismo y la diversidad. Y eso que por desgracia, la Iglesia no ha sido siempre un ejemplo de respeto hacia los que pensaban diferente. La respuesta parece simple, pero es de esas que esconden una hermosa profundidad. Los evangelios no siempre coinciden. Es evidente. Si lo hicieran, siempre podríamos sospechar que es algo así como un juego amañado. Los evangelios revelan la vida y palabras de Jesús; la persona más diversa que haya existido. En realidad es imposible mostrar un solo punto de vista de él y sus palabras.
Jesús era un «diferente» en su sociedad, pero no tenía miedo a la diferencia. Se sentaba con sus «diferentes a él». Comía con ellos, compartía sus sentimientos, les escuchaba. Y en esa diferencia, Jesús creaba unidad.
Y viendo esto, llega la maravillosa sentencia de Radcliffe: la Iglesia es diferente en planteamientos a millones de personas. Y no pasa nada. Nunca deberíamos tener miedo a la diferencia. Porque en esa diferencia tenemos el poder de crear unidad. Ser diferentes no es un problema, sino un reto.