La sed es un tema que no deja de aparecer en los evangelios. De hecho, muchas veces escuchamos decir a Jesús que tiene sed. ¿Qué significa esa sed? ¿Qué representa la sed en nuestra vida espiritual? ¿Cómo la calmamos? Estas fueron las preguntas que lanzó José Tolentino Mendoça al Papa Francisco y a la Curia de Roma. Una manera diferente de empezar los Ejercicios Espirituales de Cuaresma, que sorprendió y cautivó a todos los que asistían al retiro, en especial, al propio Francisco. Y ahora esas mismas reflexiones nos llegan a nosotros en el libro Elogio de la sed.
La cuestión de la sed y de la sequedad que plantea el padre José Tolentino, nada más empezar, es muy llamativa. Quizá por lo concreta que es. La sed no es una idea, es una experiencia. Con muchas dimensiones, gestos y símbolos. Pero experiencia al fin y al cabo. Todos pasamos por ella. En lo biológico y en lo espiritual.
Esta última sed espiritual, nos ofrece un viaje con dos posibles recorridos. El primero, es el de la sed más cruda y real -la de las periferias del mundo, la de quien se muere o la de quien no encuentra salida-. El segundo, nos lanza a la sed de muchos por descubrir más y crecer humana y espiritualmente. No es una sed de agua, sino de algo mayor aún y que se observa en los personajes y acciones que dan vida a los evangelios. Una sed de saciar nuestra sed, de entrar en contacto con nuestras heridas. ¿Una sed de humanidad? También.
Dos tipos de sed que se calman en un mismo manantial de agua viva, limpia y fresca, llamado Jesús. Definitivamente, el Elogio de la sed, es un libro vibrante, profundo, inspirador y a la vez muy fresco. Un libro decisivo que guía las reflexiones de la iglesia sobre el mundo. Un documento de una rara belleza y originalidad.