La vida de Ignacio de Loyola inspira al arte dramático que acaba de ver publicada la biografía del santo para ser representada en castellano: Iñigo. Una obra de teatro. El libro es una traducción y adaptación del texto original en inglés escrita por el actor y director Jonathan Moore y que ya ha sido representada en un escenario londinense en febrero de 2015. Un relato ágil, ameno y actual que trata de acercar al público joven su figura e invita a interpretarla desde la ternura con la que trata los recovecos más profundos de su viaje espiritual. Ya el título, Íñigo, responde al deseo del autor de acercarse al hombre más que a esa figura en ocasiones remota y lejana que conocemos como san Ignacio de Loyola. Su nombre de bautismo, Íñigo, lo hace en cierto modo más accesible.
Unos 20 personajes integran el reparto si bien el autor reduce a 8 actores su representación, gracias al intercambio de papeles, exceptuando el de su protagonista. Añade recomendaciones musicales, ideas para el vestuario, decorado y consejos prácticos para la representación. Todo ello completa un guión de dos actos. En ellos, el autor guarda el equilibrio entre el fruto de una larga y rigurosa investigación histórica y las licencias literarias en beneficio de la tensión dramática. Reconoce la modificación de algunas fechas o la combinación en un personaje de los rasgos de varios; en cambio, se mantiene fiel al espíritu y carisma de Iñigo y del núcleo inicial de sus compañeros.
Comienza en Loyola en 1496, cuando Íñigo tenía cinco años y su referencia materna era la nodriza, la esposa del herrero. Breve imagen tierna que contrasta inmediatamente con un joven de 24 años, vanidoso, hedonista, exaltado y mujeriego. Y a partir de ahí, se suceden breves escenas que lo sitúan en hitos claves de su biografía: el tribunal, en Pamplona, en el lecho de la convalecencia en su casa familiar. Ahí sus lecturas, fantasías y su relación con su cuñada Magdalena van transformando el interior del enfermo. Su vida transcurre en la casa de Jean Chanon, en Montserrat, en la cueva de Manresa, Barcelona y París, donde comienza el segundo acto como universitario. Poco a poco se reflejan los primeros pasos de la orden que funda, la inspiración de su vida, los Ejercicios Espirituales, y su compromiso con Roma, donde muere en 1556.
Para la dramatización de la conversión del santo, Moore se sirve de recursos obtenidos de su propia experiencia como escritor, como actor y como director de teatro y de ópera. La obra ha de ser representada con pasión, honestidad, valentía y compromiso, argumenta el escritor. Encarnar a múltiples personajes y lograr que cada uno sea diferente puede suponer un aliciente y un verdadero reto para los actores.