Signos y símbolos. Grafías y sonidos. Algo tan natural, tan cotidiano, tan espontáneo como es el lenguaje de las palabras se nos revela como una de las actividades más nobles del espíritu humano. Hablar es lo maravilloso hecho costumbre, lo sobrecogedor hecho hábito. Si no fuera tan común y ordinario y, por tanto, tan poco valorado, seguramente lo consideraríamos un milagro, una obra de los dioses.
En un mundo tan universal y radicalmente abierto a la comunicación, quizá necesitamos más que nunca algunas sencillas reflexiones sobre lo que implica la comunicación lingüística humana y del valor y función del lenguaje en la vida y el crecimiento espirituales.
Por las palabras podemos evangelizar y cristianizar nuestra vida; por las palabras podemos construir eso que llamamos Reino de Dios. Con las palabras podemos ser buenos, hacernos mejores y hacer mejor este mundo que habitamos.
Porque como explica el jesuita José García de Castro en La voz de tu saludo, «las palabras, el amor y el tiempo son las tres estructuras más arrebatadoramente humanas». Dios lo sabe: es la Palabra y es el Amor encarnados en el tiempo, y nosotros su imagen y semejanza.