Su honestidad, sus obras dotadas de la mejor elocuencia, su vida desde la fortaleza y la fragilidad, su entrega al amor y su asunción del dolor son parte del legado de Carlo María Martini, que un día como hoy de 2012 fallecía a los 85 años de edad. Sus últimas palabras reflejadas en una entrevista concedida a un jesuita alemán mostraban la gran humanidad del cardenal que concibió su cargo como hombre de iglesia al servicio de todos: Yo estoy ya viejo y enfermo y dependo de la ayuda de los demás. La buena gente a mi alrededor me hace sentir el amor, decía cuando llevaba afectado 16 años de parkinson. Este amor es más fuerte que el sentimiento de desconfianza que a veces me doy cuenta que despierta la Iglesia en Europa. Sólo el amor vence la fatiga. Dios es amor.
Ese amor que vence la fatiga le alentó en su propia vida y trató de guiarse por él para ejercer su responsabilidad como guía de creyentes. Una vocación que le interrogaba y le inquietaba. Atravesó por tiempos difíciles como los que atravesaron muchos otros de los que se fue iluminando: Gregorio Magno, Francisco de Asís, Catalina de Siena, Teresa de Jesús y el fundador de la Compañía de Jesús, Ignacio de Loyola. Tenemos que admitir que, como Ignacio, también nosotros necesitamos ser confirmados y consolados como guías: guiar en el desierto es arduo, difícil y las pruebas de los demás nos pesan, nos cargan, las incertidumbres del camino eclesial nos consumen, las contradicciones de la sociedad nos desgarran, las dialécticas internas de la iglesia nos desequilibran, escribía.
Son muchos testigos de la historia de los que se ha valido Martini para atravesar sus propios desiertos. De esos hombres y mujeres que enseñaron no espantarse de sí mismos, de la propia debilidad, de la fragilidad o la neurosis, sino a enfrentar lo negativo con actos enérgicos de libertad y mansedumbre, el jesuita Cipriano Díez rescata algunos de ellos desde las sabias reflexiones del cardenal. Guías en tiempos difíciles es un legado para creyentes de cualquier época que pueden inspirarse en los maestros del espíritu como a Martini y marcarse un horizonte de esperanza: El Señor no dejará de confirmarnos como guías.