Ama la palabra y la trata como un ser vivo, hace aflorar su alma, que es del que la pronunció o la escribió. Una descripción de Ignacio Iglesias SJ dedicada al lingüista jesuita y entonces padre general de la Compañía de Jesús, Peter-Hans Kolvenbach, en la introducción de uno de sus libros custodiados por el Grupo de Comunicación Loyola: Decir .al indecible. Estudios sobre los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, 1999, de la colección Manresa. El fallecimiento el pasado 26 de noviembre en Líbano de quien fuera guía de 20.000 jesuitas durante 24 años -1983-2008- conlleva un agradecimiento explícito a toda una vida fecunda y de una espiritualidad encarnada. En sus manos, la palabra se hacía ‘energía viva, capaz de desatar un dinamismo (el de Ignacio y el de la experiencia que quiere provocar)’. Iglesias le definió como maestro en contextualizar histórica y espiritualmente el texto ignaciano y en trasplantarlo al contexto humano, eclesial y social hoy. Todo un don del que gozó y en el que sostuvo para recorrer el mundo al encuentro en su totalidad de una Compañía extensa y universal.
El segundo libro del catálogo del CGL del sello Sal Terrae firmado por Kolvenbach, En la calle del Espíritu Santo. Conversación con Jean-Luc Pouthier, él mismo habla abiertamente del sentido de su servicio en su doble movimiento: agrupar y dispersar. Es decir, desde su doble gobierno, el del superior general, que debe agrupar a los jesuitas y prepararlos para sus respectivas misiones, y el gobierno del papa, que, en lugar de agruparlos, va, por el contrario, a dispersarlos por el mundo en las misiones que él quiera encomendarles». En este libro de 2004 se muestra reflexivo y discreto mientras que transmite ese conocimiento del mundo al que accedió desde las obras y misiones de la Compañía de Jesús. Y entre los caminos encontró signos de esperanza, que no de optimismo; descubrió el enorme valor del encuentro y creció en su fe y espiritualidad superando la guerra, las contrariedades de la vida y las dificultades y satisfacciones de su plena inculturación en el Líbano donde fue profesor de lengua y literatura armenia.
Así que todo ese tiempo transcurrido desde que descubrió su auténtica vocación jesuita gracias a la lectura del «Principio y fundamento» de los Ejercicios Espirituales, donde él verdaderamente se inspiró en una época de confusión, se ha dedicado al universo de la palabra en todo su amplio sentido. La palabra, aun con toda su fragilidad, es punto de partida para una experiencia que la desborda como palabra y que no se deja expresar por ella. Dios habita también esa criatura suya que es la frágil palabra. Ignacio descubre la palabra y su campo semántico como lugar, espacio, de oración, de interacción, en el que la persona habla y es hablada. Un instrumento de comunicación que Dios busca amorosamente con el hombre y que éste ha encontrado para hablar con su señor. Conviene que cuando tratamos de hallar a Dios, le busquemos en las palabras de su Palabra.