El papa Francisco canonizó a John Henry Newman (Londres 1801-1890) por su santidad de lo cotidiano. Cuando la mayoría de los contemporáneos trataban de encontrar modos de defender la existencia de Dios empleando la razón obtenida de la observación empírica, él situaba en el centro lo que podría denominarse interioridad existencial. Su horizonte religioso era real no por la argumentación inteligente, sino únicamente por un «corazón vivo». Su experiencia le llevó a esta afirmación. Cuando recordaba su conversión del anglicanismo al catolicismo en 1845, se sinceraba y reconocía que su conversión a la fe fue mucho anterior. A los 15 años de edad, cuando las circunstancias familiares le obligaron a pasar un verano solo en el internado, las lecturas alternativas creyentes le condujeron a “un cambio de corazón”, y a una dilatación de su mente, que le fueron transformando. A lo largo de su vida, trató de tender puentes entre la búsqueda de la verdad religiosa y las cualidades espirituales y morales de la persona. Ratzinger comentó en 1991 que, desde san Agustín, ningún teólogo había prestado tanta atención al sujeto humano.
En la homilía de la ceremonia de canonización de ayer, 13 de octubre, el papa Francisco destacó del santo Cardenal Newman esa santidad de lo cotidiano recordando sus palabras: «El cristiano tiene una paz profunda, silenciosa y escondida que el mundo no ve. […] El cristiano es alegre, sencillo, amable, dulce, cortés, sincero, sin pretensiones, […] con tan pocas cosas inusuales o llamativas en su porte que a primera vista fácilmente se diría que es un hombre corriente».
Newman afrontó tres importantes desafíos a la fe de su tiempo El racionalismo estricto, asociado a la verificación científica; esa tendencia de su tiempo a reducir la fe a una cuestión de opinión privada, como un gusto musical; y el desafío provenía del propio mundo religioso, centrado exageradamente en el sentimiento religioso. Y desde ahí ha inspirado a muchos creyentes. El libro del Grupo de Comunicación Loyola, Mapas de la fe, de Michael Paul Gallagher, SJ, recorre esa búsqueda Newman, siguiendo el itinerario del yo, hacia la fe que tan desde lo hondo transmitió y vivió.