La peregrinación interior de Ignacio de Loyola, el recorrido de su alma a lo largo de su vida, dejó su huella en el precioso manuscrito Diario Espiritual, recientemente restaurado en Roma. Para el santo, era todo un ritual anotar día a día las gracias que recibía de Dios. Sin embargo, poco queda de esa escritura íntima contenida en un gran fajo de manuscritos del que fue testigo González de Cámara compañero encargado de escribir el relato autobiográfico-. Solo quedan dos cuadernillos que atesoran la búsqueda de Dios en todas las cosas. Más bien, todas las cosas en Dios, como así lo presenta uno de sus mayores conocedores Santiago Thió de Pol SJ. Abarcan un periodo de trece meses dedicados a dirimir la fórmula de la pobreza de la nueva orden jesuita. A encontrar en Dios la legislación de la pobreza que regiría la Compañía de Jesús. Los demás folios desaparecieron con toda probabilidad a petición expresa de su autor. Pocos folios y muchos siglos de vida, alimentando desde su intensa vida interior. Iluminando con sus variados dones místicos con que Dios le distinguió y llenando con la riqueza de su vida espiritual mientras la huella del tiempo hacía mella en la tinta y en el papel. Y para que continúe inspirando, un equipo de profesionales liderado por Melania Zanetti ha restaurado cuidadosamente este manuscrito original, de caligrafía ignaciana, de difícil lectura aunque necesaria. A través de estos escritos se comprenden los pasos seguidos por los primeros jesuitas y quienes se sumaron a la misión.
Protegerlos del paso del tiempo ha sido la delicada tarea que acaba de finalizar. Los documentos conservados en Roma y objeto del minucioso proceso son dos cuadernillos de 12 folios cada uno. El primero abarca un itinerario de 40 días -12 de febrero al 12 de marzo de 1544- y el segundo, el periodo entre 13 de marzo y 27 de febrero de 1545. Tenía 53 años de edad cuando escribía de su puño y letra lo nuclear de su vida, su relación con Dios. Pocas referencias a su vida externa aparecían. Entonces se encontraba en plena fundación de la Casa de Santa Marta, para mujeres públicas o jóvenes sin dote, y la Casa de Catecúmenos, refugio de los judíos conversos que hasta que culminó su proyecto, su propia casa era el refugio. Por su pequeñez, sus continuos ruidos y visitas permanentes no era el mejor lugar para orar. Desarrollaba una actividad epistolar ingente. Atendía diversos ministerios espirituales. Una misión exigente en la que lograba integrar vida y oración íntimamente relatada en este manuscrito.
Recientemente, los expertos analizaban las causas de la degradación para frenarlas. Quien desee leerlo puede hacerlo en este link. Su referencia en castellano es Sanctii Ignatii De Loyola Constitutiones Societatis Iesu (Roma, 1934), pp 86-158. Thió de Pol publicó en Manresa una versión comentada: La intimidad del peregrino. Diario espiritual de San Ignacio de Loyola incorporando el documento que desgrana las razones para la conveniencia de que las iglesias de la Compañía dispongan de rentas para su conservación y mantenimiento.Un documento siempre de la mano de san Ignacio mientras duraba su proceso de discernimiento relatado en el primer cuadernillo.