El joven autor de La procesión va por dentro, el jesuita Daniel Cuesta, es un cofrade participativo y vital que lleva su compromiso hasta este libro, el relato interior y hondo de la espiritualidad suya y la de sus hermanos de cofradía. Admite que no descubre demasiadas cosas nuevas, en cambio sí ayudará a reconocer muchas de sus vivencias personales y así encontrar elementos para hacer crecer la experiencia espiritual en las cofradías.
Un libro que bucea en las procesiones de Semana Santa desde su interior y desde la espiritualidad que las infunde. ¿Qué persigue con este libro?
Este libro tiene dos objetivos principales. Por un lado, dar claves a los cofrades que quieren vivir su pertenencia a las cofradías y su participación en las procesiones como elementos de su espiritualidad cristiana, es decir, como ayudas en su seguimiento de Jesucristo. Por otro lado, el libro pretende explicar a aquellos que rechazan a las cofradías como herramientas evangelizadoras, o dudan de su posibilidad de ser un lugar de vivencia de la experiencia creyente, que detrás de la apariencia que ellos ven en la Semana Santa, hay una profundidad mucho mayor de la que piensan. En definitiva, se trata de un libro para cofrades y para no cofrades.
Parece que un libro sobre la Semana Santa cofrade puede estar trasnochado. Que es un vestigio del pasado al que le queda poco futuro. Además, parece que es más el arte de las tallas y las procesiones que la espiritualidad que infunde todo ello. ¿Existe realmente una espiritualidad cofrade que aliente su permanencia?
Precisamente es a preguntas como estas a las que trato de responder cuando digo que este libro está dedicado a las personas que no pertenecen a las cofradías, las desconocen o las rechazan. Puesto que, si las cofradías fueran un vestigio del pasado, con poco futuro, ¿cómo explicaríamos entonces que en los últimos años se haya triplicado el número de cofrades en España? Si solo fuera el arte de las tallas o las procesiones ¿cómo explicaríamos el crecimiento de cofradías cuyos pasos carecen de valor artístico, o la fundación de otras nuevas? Eso por no hablar del incremento de los cultos y de las obras sociales y caritativas experimentado en las cofradías en las últimas décadas. Estoy convencido de que si esto se ha producido en un momento de secularización y rechazo de lo religioso es porque hay algo de Dios en ello, es parte de los signos de los tiempos y de la experiencia creyente de nuestra época. Pero, es verdad que esta experiencia espiritual se entremezcla con otros elementos más seculares, tradicionales, folclóricos o culturales. Por ello, como jesuita, estoy convencido de que debemos mirar a las cofradías (y a otras realidades como el Camino de Santiago, los grupos scout, la cultura etc.) con una mirada transida de discernimiento.
Por ello, estoy convencido de que existe una espiritualidad que alienta la vivencia cristiana de aquellos que pertenecen a las cofradías y las viven desde su seguimiento de Jesucristo. Ahora bien, hay que tener en cuenta que, como dice Luis Espina sj, cada cual vive la religiosidad popular de la misma manera que vive su fe. Es decir, si la vivencia creyente de una persona es superficial, su pertenencia a una cofradía también lo será, pero si su fe es profunda y comprometida, su experiencia cofrade también lo será. Esto ayuda a explicar por qué gracias a las cofradías puede haber personas que lleguen a plantearse la pregunta vocacional y también por qué podemos en ellas también nos encontramos con personas con una fe muy débil que raya incluso el agnosticismo.
Este trabajo nace de dentro, de lo vivido y experimentado cuyos frutos comparte. Así consigue mostrar todo lo que tiene de auténtica esta celebración.
Las cofradías han sido (y son) muy importantes en mi itinerario creyente y vocacional. Desde pequeño he aprendido a orar ante las imágenes en las iglesias y también en las procesiones, he intuido y vivido lo que significa una comunidad cristiana con mis hermanos cofrades, y, en definitiva me he acercado a Cristo y a la Iglesia. Eso es lo que pretendo compartir en este libro, una experiencia creyente que tiene sus moldes y agarraderos en las cofradías. Pero, además, como jesuita, he podido acercarme a muchas cofradías y hermandades, no solo de mi ciudad sino de otras muchas, y compartir con sus miembros su búsqueda de Dios a través de sus cultos, acciones y procesiones. Por ello, el libro está lleno de testimonios de cofrades reales que vienen de algún modo a corroborar de modo vivencial todo lo que trato de sistematizar de una manera más teórica. En suma, es un libro en el que trato de justificar por qué existe una espiritualidad cofrade, jalonado de testimonios y anécdotas que vienen a mostrar la veracidad o encarnación de lo que estoy diciendo.
Aborda el pasado y el presente de las procesiones, pero ¿qué futuro intuye para ellas?
Hay una frase de Luis Espinal que me gusta mucho porque en ella se afirma: “el futuro es un enigma, se adentra en la niebla”. Y es que, podemos hablar del presente y tratar de construirlo según lo que sentimos que Dios nos está inspirando, pero no podemos saber lo que pasará con este trabajo en el futuro. Estoy seguro de que, cuando en los años 70 las cofradías experimentaron una enorme crisis que estuvo a punto de hacer desaparecer algunas de ellas, pocos se imaginarían que unas décadas más tarde íbamos a vivir un momento de esplendor como el que está aconteciendo en nuestros días.
Con todo, viendo cómo los niños y los jóvenes se entusiasman con las cofradías y las procesiones de Semana Santa, creo que nos espera un futuro bastante prometedor. Ahora bien, me gustaría que la Iglesia supiera ver a las cofradías y a toda la gente que se acerca a Dios a través de ellas como un reto y no como una amenaza o una cosa superflua y cultural. Puesto que no solo creo, sino que he experimentado que, las cofradías (con toda su ambigüedad y sus aspectos difíciles) pueden ser la puerta de la fe para muchas personas, siempre que sepamos acompañar esa llama que Dios enciende en muchos corazones a través de ellas. Lo repito varias veces a lo largo del libro, pero, sé de buena tinta que en muchas regiones muy secularizadas de España, en las que se intenta atraer a los jóvenes hacia la Iglesia con todo tipo de actividades, estarían encantados de ver como durante los días de Semana Santa los templos se llenan de jóvenes, muchos de los cuales permanecen en ellos durante todo el año.
Existe una palabra clave en su libro: comunidad. ¿De qué manera vertebra la comunidad esta espiritualidad cofrade? ¿De qué manera pueden ser evangelizadoras?
Comunidad es una de las palabras claves de mi libro, junto con imágenes y procesión. De hecho, en el fondo una procesión no es más que el momento en el que una comunidad de creyentes da testimonio público de su fe por las calles acompañando a las imágenes de su devoción.
La comunidad vertebró la espiritualidad cofrade desde sus inicios, cuando las cofradías eran de carácter gremial y asistencial, y sigue vertebrándola todavía hoy. Puesto que las cofradías, en medio de una sociedad muy individualista, nos ayudan a pasar del “yo” al “nosotros”, ya que nos enseñan que no se puede ser ni cofrade ni cristiano en solitario. Las cofradías han sido desde sus inicios unas comunidades de laicos asistidas espiritualmente por sacerdotes, pero en las que los fieles tenían un alto grado de responsabilidad y libertad (muy al modo de la Iglesia de los laicos de la que tanto se habla hoy día). Creo que por ello pueden ser un gran valor y un tesoro para la Iglesia de nuestro tiempo.
Además, las cofradías son claramente evangelizadoras puesto que, en sus imágenes y en su experiencia de comunidad llevan el mensaje del Evangelio a nuestro mundo secularizado. Si se pregunta por Cristo o por la Virgen a un niño de una ciudad en la que la Semana Santa sea fuerte, lo más seguro es que sepa respondernos a muchas preguntas sobre ellos y, lo que es más importante, que nos cuente que les reza porque son importantes en su vida. Esta experiencia infantil está llamada a ir madurando en la cofradía de la mano de otros cofrades de la misma edad o de otra, que irán ayudando al niño a ser un buen seguidor de Jesucristo.