Preguntas eternas y universales. Interpelantes y hondas cuyas respuestas están en el corazón. Así son las preguntas de Jesús a sus discípulos, a sus seguidores y al pueblo. El biblista Ludwig Monti recoge en su último libro Las preguntas de Jesús más de 200 cuestiones planteadas a lo largo de su vida de las que dan testimonio los cuatro evangelistas. El autor las selecciona y ordena según la temática y según el destinatario al que van dirigidas. En el prólogo, Enzo Bianchi, fundador de la Comunidad de Bose a la que pertenece el autor, reconoce que hacer preguntas es un arte porque se trata de hablar a un destinatario e inducirle a escuchar. «Jesús no imponía, no ordenaba ni la vocación ni la conversión, y mucho menos sustituía a la conciencia personal de aquel que le dirigía la palabra, sino que planteaba preguntas con sabiduría: abría un camino, iniciaba un proceso, ponía en tela de juicio certezas y costumbres, invitaba a una fe pensada». En este libro, Ludwig Monti guía en esta sabia manera de dirigirse Jesús. Las respuestas, en el corazón de cada lector.
Usted escribió este libro observando las preguntas que Jesús hizo a lo largo de los evangelios y a quiénes iban dirigidas… ¿Fue más difícil encontrar las preguntas o las respuestas?
Sin duda, era más difícil encontrar las respuestas. En cuanto a las preguntas, bastaba con repasar los evangelios y extraerlas. Las respuestas, en cambio, tenemos que buscarlas en nuestro corazón, también porque Jesús casi siempre no las da. Deja las preguntas abiertas, nos invita a responderlas, es decir, a la responsabilidad, porque él es «la pregunta a todas nuestras respuestas».
De todas las preguntas, ¿cuál es la que más le resuena, como creyente, y por qué?
Yo diría que dos preguntas. Primero: «¿Quién dices que soy?». Una pregunta eterna, que me obliga a reconciliarme cada día con quien es Jesucristo en la vida. Quien es para mí en un nivel existencial, relacional, práctico, no intelectual.
La segunda es: «¿Cómo se lee?». Esta es una pregunta que siempre me inquieta en mi trabajo como biblista, y que me llama al laborioso y apasionado trabajo de interpretar las Sagradas Escrituras, la Biblia. Jesús mismo lo hizo, porque toda su vida fue básicamente una interpretación ininterrumpida de las Escrituras y de los rostros de Dios contenidos en ellas.
¿Cómo aconseja al lector que lea su libro?
Veo dos posibilidades, entre otras muchas. O bien, sigue el orden en que se presentan las preguntas, de evangelio a evangelio. O para hojear el índice y encontrar la que mejor se adapte a su viaje humano y espiritual en ese día. Siempre, sin embargo, es necesario hacer el trabajo de reinterpretar y aplicar la pregunta a la propia vida. No doy respuestas, ayudo a profundizar en la pregunta.
Finalmente, la pregunta de Jesús a Dios… ¿es la más universal?
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Esta pregunta resuena en la cruz, como una de las últimas palabras de Jesús, y es el comienzo del famoso Salmo 22. No lo he comentado en este libro, porque ya lo había hecho en mi extenso comentario sobre los Salmos (Los Salmos: oración y vida, Qiqajon, Magnano 2018, pp. 283-288). Es una pregunta que nos hace estar cerca de Jesús, en la duda y la fatiga de la fe. Pero también es una pregunta que encierra en sí misma su gran confianza, porque el salmo conduce a esta confesión: «Tú, oh Dios, me has respondido».