En tiempo de Pascua, hablar de Símbolos de resurrección es casi obligado. El nuevo libro de Jaime Tatay acaba de salir a la luz mostrando a través de breves reflexiones imágenes de esperanza. Siguiendo la línea de La llegada de un Dios salvaje de reflexiones cortas, más que una obra aislada es un proyecto con tres años de historia inspirado en la tradición de los libros de la revelación cristiana. De ahí que la estructura siga los citados textos: Libro de la creación, que sería la primera parte, y Libro de la Experiencia Humana, la segunda. «Dios se ha comunicado y se sigue comunicando en el libro interior de nuestros sentimientos, de nuestras experiencias y de nuestras memorias. Ahí también hay mensajes y signos que nos permiten acceder al mensaje que Dios nos transmite», comenta.
El libro comienza con una imagen bonita y muy evocadora: la fotografía de un hombre alcanzando la cumbre de una montaña abre el libro. ¿Qué sentido tiene una imagen así cuando el título hace el anuncio de símbolos de resurrección?
Las fotografías son de un buen amigo fotógrafo profesional, Alberto Diloy. Él ilustra gráficamente mis reflexiones. El pastor que sube la montaña es una foto bonita que evoca, en mi opinión, la idea de ascenso y de elevación. Subiendo no se sabe hacia donde. Y evoca la idea de esfuerzo. Hay un tercer significado: el sentido de encuentro y de la trascendencia. La montaña, la nube, lo alto…lugares privilegiados de encuentro con la divinidad. Moisés y Jesús en el monte Tabor, tantos relatos que acontecen en lo alto de una montaña. De alguna manera es el lugar a donde me gustaría acompañar al lector, hacia una reflexión trascendente que va más allá de las cosas cotidianas y de las experiencias diarias y que son capaces de elevarnos. Esa es la experiencia de la resurrección: trascender lo cotidiano para elevarnos.
Eres un autor a veces más académico, otras, más docente y personal. ¿Cuánto hay de ti en lo personal y cuánto de profesor?
Doy clases en la universidad y tengo que investigar y escribir como docente. Y también soy sacerdote, con lo que tengo una experiencia pastoral distinta con elementos comunes. Y una tercera capa, si quieres, es la personal biográfica. Es muy difícil desligar unas de otras. No nos podemos desmembrar. Todo lo que hacemos tiene su huella biográfica. Hay reflexiones que nacen de la lectura de un libro pero que tratan de trascender ese acontecimiento o esa experiencia. Unas veces parto de una experiencia personal y otras de un artículo o ensayo académico.
El primer capítulo es el reflejo del símbolo de resurrección muy esperanzador: la recuperación medioambiental de Chernobil. ¿Lo has escogido precisamente en este momento en que Ucrania vive su peor pesadilla?
Ha sido coincidencia. Cuando enviamos a imprenta el libro en septiembre no podíamos sospechar la guerra. Una historia que yo conocía por otros cauces e ilustra muy bien lo que tiene como objetivo el libro. Cómo del desastre ecológico puede surgir vida y esperanza. La sincronización ha sido perfecta, por desgracia.
Este libro hace un milagro, porque cuando terminas de leerlo buscas tus propios símbolos de resurrección.
Creo que esa es la experiencia de cualquier escritor porque todo lo que escribes es susceptible de ser modificado. Es un proceso que está abierto. Es un texto de ventanas abiertas al ser una colección de reflexiones todavía más. He de confesar que estos textos lo he escrito yo pero muchas ideas no son mías. Proceden de una lectura, de la idea de un amigo, de las redes sociales, de una exposición… Es un conjunto de materiales que le voy dando una forma narrativa personal. Resuenan con la propia experiencia. Leer y escribir es un gran flujo en el que todos participamos en la medida en que hemos recibido un lenguaje que no es nuestro y lo recreamos y lo devolvemos a ese gran cauce. El proceso creativo es un compartir y un reelaborar.
Tu narrativa se sirve de figuras muy personales: «catalizadores del Reino», «drenaje espiritual», «fronteras y ecotonos». Trasladas a tu universo términos tecnológicos, científicos y ofreces esa visión distinta de lo cotidiano.
Para mi el trabajo más fecundo consiste en traer términos de un ámbito a otro ámbito. Un término del ámbito de la química o de la biología que tiene un significado nuevo. Esa es una labor de intérpretes e innovación. Es un proceso que siempre está en la literatura y en el arte porque todo creador traslada a un nuevo contexto.
¿Hay alguna de estas figuras con las que te sientas más identificado?
Me gusta mucho «drenaje espiritual». Desde niño me gusta la botánica, el mundo agrícola y forestal y es algo en lo que me fijo. Esa visión de la espiritualidad como un proceso lento, con el crecimiento vegetal, y que requiere de cuidado, como es el riego, con una dosificación, ni exceso ni falta de agua, para mi es muy inspirador y porque me ha ayudado a mi propia vida espiritual….Es algo que encontramos en la tradición cristiana.
¿Tus figuras y tu modo de expresar y de acercarte a la realidad crees que son un puente para llegar a los jóvenes o no lo haces con esa intencionalidad?
Me gustaría que llegara a todas la comunidad cristiana que esté interesada en reflexionar sobre la espiritualidad cristiana. Si llega a los jóvenes fenomenal.
Entre todos tus relatos, destaca tu inspiración en la naturaleza. Son muy ricas tus reflexiones en torno a la naturaleza.
Hay todo un género que está en expansión conocida como «escritura de la naturaleza». No es una novela sino que la naturaleza se convierte en la protagonista principal. Es una reflexión humanista que se acerca a la naturaleza como sujeto no simplemente como escenario. Y este género trae al primer plano a la naturaleza con voz propia. Mi libro tiene algún elemento que comparte con esa corriente literaria con la que quiere dialogar, aunque lo hace desde una tradición particular que es la de la espiritualidad cristiana.
Un libro, ¿puede convertirse en símbolo de resurrección?
Claro que sí. A cuántos nos han acompañado los libros a lo largo de nuestras vidas. Cuántos libros han pasado a formar parte de nuestra historia. Los libros son sostén y forman parte de nuestra memoria y pueden ser símbolos de resurrección y alimento de la fe. Ojalá este libro también lo sea.
El libro no tiene dedicatoria, sin embargo, ¿hay alguien en mente a quien quieras dedicar el libro?
No se lo he dedicado a nadie peo ya que me preguntas dedicárselo a mi familia, en especial a mis padres que han leído con mucha ilusión todo lo que escribo. Y en segundo lugar a la Compañía de Jesús que es mi segunda familia y que me ha permitido formarme y me ha dado el tiempo y los recursos para poder escribir.