«Le toca a la teología y al ámbito religioso colaborar en la reflexión que se ha hecho sobre la pandemia desde la perspectiva sanitaria, política o económica». Así presenta la revista Manresa su contribución con el especial número de verano que suma a todo ello el análisis ignaciano. Los siguientes jesuitas -la mayoría son autores del Grupo de Comunicación Loyola- miran con profundidad las realidades tocadas por el coronavirus para iluminarlas desde las claves ignacianas: Darío Mollá, Josep Giménez, Cristóbal Jiménez, Toni Catalá, Álvaro Lobo, Rufino Meana, Luis María García Domínguez, Javier Melloni y Pedro Rodríguez López.
Primero buscan respuestas a grandes interrogantes que todo este tiempo de pandemia rondan la mente y la fe del creyente: ¿Cómo rezar en este momento que estamos viviendo? ¿Qué nos dice Dios en esta situación? ¿Dónde está la esperanza? ¿Cómo afrontar los miedos? ¿Cómo desarrollar el oficio ignaciano de consolar? ¿Es posible acompañar para recorrer un camino de libertad y de sanación que hagan la existencia del sujeto más digna, más amable y más libre? ¿Cómo contemplar y dejarnos interpelar por la difícil realidad? ¿En qué nos puede cambiar la enfermedad? ¿Qué podemos aprender de la historia de la Compañía de Jesús en su atención material a los enfermos con una sólida propuesta espiritual, la de prepararse para la muerte y el encuentro con el Redentor?
Detrás de cada una de ellas, ofrecen respuestas inspiradas en los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola y que ofrecen la oportunidad de ubicarnos, 500 años después, como Iglesia y sociedad en medio de una pandemia como la que estamos viviendo. “El problema de nuestra sociedad es que hemos dejado de mirar al cielo entretenidos en una realidad virtual que pretende sustituirlo. Hemos olvidado que el mundo que hemos construido no agota la realidad, sino que es el escenario en el que aprendemos para ir más allá de nosotros a través de nosotros mismos y así alcanzar siguientes dimensiones de la realidad que no se agotan en la biológica”, dice Melloni en su reflexión dedicada a La enfermedad como camino en san Ignacio.
En todos los artículos, en todas las realidades analizadas por los autores, el fracaso y el sufrimiento aflora como una gran oportunidad de volver a lo esencial: “La perspectiva de la muerte siempre nos ayuda a reubicarnos en la vida y a preguntarnos qué es lo importante”, afirma Álvaro Lobo en su perspectiva Se nos había olvidado sufrir: claves ignacianas para acercarse a la crisis del Covid-19. Y sigue: “El misterio de la cruz es una oportunidad no buscada para sentir que no estamos solos y que, en medio del dolor y del fracaso, estamos acompañados, queridos y comprendidos por Jesús. Pero sobre todo para “considerar cómo la Divinidad se esconde” [Ej 196] en la humanidad más frágil, asumir que el dolor forma parte de un camino –tanto individual como comunitario– que no conocemos y en el cual Dios nos acompaña y no nos abandona.
Una imagen y unas palabras enmarcan esta última revista Manresa. La imagen, la de del papa Francisco oficiando la oración en la plaza de san Pedro del Vaticano solo, sin público y bajo la lluvia. Las palabras, aquellas que pronunció en una entrevista a un programa de televisión y que hoy cobran todo el sentido en medio de los discursos que relacionan la pandemia con la ira de Dios : “Dios perdona siempre, nosotros de vez en cuando, la naturaleza nunca”.