La mirada hacia este largo camino iniciado hace 400 años, el 12 de marzo de 1622, día de la canonización de Ignacio de Loyola y Francisco Javier, devuelve del pasado el excepcional legado de dos vidas maestras. Dos historias que han ido iluminando en cada tiempo, en cada época y en cada rincón del mundo a hombres y mujeres. Ellos emprendieron su propia peregrinación para salir de sí mismos y perderse en Dios. En vida, relataron sus enormes resistencias y dificultades para perderse de sí mismos, abrazar a Quien les llamó a su modo y regresar en la mejor versión de sí mismos. Y tras su muerte y su canonización, su legado espiritual ha guiado entre infinitos caminos, entre diferentes paisajes y bellas historias. Ignacio escribió en los Ejercicios Espirituales, su testamento espiritual: «Piense cada uno que tanto se aprovechará en todas cosas espirituales, cuanto saliere de su propio amor, querer e interés» (Ej [189]).
¿Cómo contar sus historias? ¿Cómo transmitir en cada época y realidad su inspiración e iluminar otras? Para el Grupo de Comunicación Loyola es todo un reto. Este mes publicaba el libro de Pedro Trigo, Carisma ignaciano ayer y hoy como ejemplo de que su carisma lo impregna todo hoy. Este 400 aniversario es esa fecha que aglutina una historia narrada, venerada y aprendida para brindar la posibilidad a cada uno de reconocer el camino que recorrieron para andar el suyo propio: «Es maestro quien, recorriendo el camino de los antiguos, aprende a hacer el camino nuevo».
Desde la autobiografía de Ignacio, o El viaje de Javier, de J. M. Guibert, hasta la lectura de los Ejercicios Espirituales en el hoy concreto, cada página invita a das los pasos de estos peregrinos. Los Ejercicios Espirituales son el más valioso de todos los textos escritos por Ignacio de Loyola: Ejercicios Espirituales. Mientras que otros autores ayudan a interpretarlos en lo cotidiano de hoy: La aventura ignaciana.