El fallecimiento hoy del padre Adolfo Nicolás, 1936-2020, es recibido con la tristeza de la despedida y la esperanza de que su memoria continúe guiando la misión universal de la Compañía de Jesús. El Grupo de Comunicación Loyola también es parte de esa misión y goza del legado que sabiamente transmitió siendo el padre general entre los años 2008-2016. No porque firmara muchas obras sino porque su calidad humana y religiosa, configurada con acentos de diversos continentes entre la tradición filosófica y teológica de Europa y la sabiduría espiritual de Oriente, iluminó el núcleo ignaciano. Sus mensajes llegaron a través de discursos, alentando con humildad y constancia a dirigirse hacia ambiciosos horizontes, desde la reflexión y el diálogo. El padre Joaquín Barrero describe en su artículo de la Revista Manresa Legado a la Compañía de Jesús del P. Adolfo Nicolás (2008-2016) su presencia entregada en memoria, entendimiento y voluntad al compromiso de dar continuidad a la CG35. Y se entregó con humildad y constancia, con aliento a los grandes deseos e ideales, con cercanía a los discípulos y con la enseñanza del propio comportamiento y actitud.
Con los pies en la tierra, el padre general seguía firme hacia un horizonte bien marcado: la humanidad. Así lo recogía Benjamín González Buelta en su libro Letra pequeña. En sus páginas recordaba aquellos mensajes alentadores para movilizar la vida, dentro y fuera de la Compañía: «Por lo tanto, el primer horizonte es la humanidad, y los retos religiosos son los retos de la humanidad; no tenemos que engañarnos: el reto religioso no es que haya menos gente en las iglesias; ese no es el reto profundamente religioso. El reto profundamente religioso es que hay mucha gente que sufre, que no tiene esperanza, que no tiene alegría, que no puede compartir los bienes que todos los países tienen en abundancia, porque el sistema no permite el acceso a esos bienes a la mayoría».
Con sencillez transmitía sus reflexiones que compartió en diversas ocasiones con el Papa Francisco. En el artículo de Mensajero, Adolfo Nicolás SJ. Mis conversaciones con el papa Francisco, cuando ya había finalizado la CG36 y la responsabilidad recaía en Arturo Sosa, recordaba las conversaciones mantenidas con el primer papa jesuita durante los tres años que ambos coincidieron en el Vaticano. Un artículo donde el padre Nicolás mostraba el encuentro de dos hermanos en el Señor, trabajando juntos bajo la atenta mirada de la Historia. Hoy es Arturo Sosa quien dedica sus palabras al hombre fallecido en Tokio a los 84 años edad y al legado entregado con pasión y fe. Su despedida al buen maestro deja tras de sí el gran aliento a la esperanza en la “universalidad” (la de nuestra vocación y nuestra misión) y “profundidad” (espiritual e intelectual, en aras de nuestra misión).