En tierra de todos, el último libro de José María Rodríguez Olaizola, es un ensayo reflexivo y hondo sobre la enorme pluralidad y diversidad de la iglesia del siglo XXI. Un análisis nutrido de la larga experiencia pastoral del autor y expresado con una especial agilidad comunicativa tan presente en las redes sociales. Una experiencia desde la que trata de responder a los principales interrogantes que interpelan a los creyentes y, que en ocasiones, les mueven a sentirse excluidos de la Iglesia. Configura la imagen de una iglesia viva y rica a través del análisis sociológico, con el testimonio personal, la exposición teológica y la mirada amplia ante las búsquedas e interrogantes siempre presentes: “Este libro trata de responder a la misma pregunta que me hice cuando escribí En tierra de nadie, ¿por qué seguir?”, explica el autor. “Solo que ahora he cambiado yo, ha cambiado la sociedad, ha cambiado la iglesia donde es posible hablar de diversos temas. No es una segunda parte”.
Su lectura suscita el diálogo porque se trata de una reflexión «sobre nosotros, creyentes, que intentamos vivir nuestra pertenencia con honestidad, fidelidad y realismo. Que no queremos ir por libre, pero necesitamos respuestas a problemas que aún no están claros”, argumenta el autor. Y así de la primera parte donde desgrana esa realidad eclesial ‘inquietante’ continúa hacia una segunda, donde el autor describe los elementos que hacen de la iglesia universal esa tierra de todos: “La iglesia es una comunidad de gente unida por el vínculo de la fe, nacida por la acción del Espíritu, llamada a ser casa de todos, portadora de una buena noticia, y donde podemos celebrar la vida y la fe para encontrarnos con Dios. Y por eso tantas personas no se resignan a dejar que la Iglesia sea la triste caricatura que algunos quieren hacer de ella. Ni tampoco están dispuestos a alejarse de ella, por más que haya quien quisiera convertirla en un coto cerrado para unos pocos supuestamente puros. Porque muchas personas no pueden aceptar –con razón– sentirse ciudadanos de segunda en esta ciudad de Dios”.
En el fondo de todo el libro subyace la búsqueda de creyentes sólidos para una iglesia plural. En esa realidad donde es posible encontrar otro significado de pertenencia. El autor describe esa pluralidad creyente que a lo largo de la historia ha padecido determinadas actitudes que hacían tambalear su pertenencia: la mujer, las personas en situaciones diversas familiares, las personas de orientación homosexual, los jóvenes en tierra de nadie, los sacerdotes que sufren tensiones entre dos vocaciones, la crisis de los abusos. “¿De todos estos temas, cuál crees que es más urgente hoy en día, tanto porque es el que está configurando más a la gente en su situación con la fe y con la iglesia, o no, o crees que es una constelación y todos tienen igual peso?, pregunta otro jesuita, Antonio Allende, acompañante del autor en sus presentaciones (aquí un resumen de su presentación en Valladolid). Su respuesta apunta al tema de la mujer como aspecto fundamental: “Una sociedad donde se ha puesto de manifiesto el clamor por la igualdad, y la conciencia de que en la iglesia no se da la igualdad, sin reducirlo al tema del sacerdocio porque son muchos más, yo creo es lo más urgente hoy en día. Además esto afecta a la mitad de los miembros de la iglesia”.
Una vez desgranadas las razones de tantos que siguen cuestionando ese ¿por qué seguir en la iglesia?, el libro se centra en la propuesta y horizonte de sentido que ofrece la iglesia. Lejos de prejuicios e inspirado en el amor que ofrece el Mensaje. Y desde ahí propone la mirada transformadora de la iglesia como comunidad, celebración, servicio y espacio de búsquedas: “A veces tienes que intentar transformar lo que amas o ayudarlo a crecer, pero no a base de ponerte enfrente y lanzarte al acoso y derribo, sino arrimando el hombro y siendo consciente de que el deseo de cambiar es convicción, es compromiso y es búsqueda compartida de la verdad. Una búsqueda en la que, además, uno reconoce que tampoco tiene todas las certidumbres, y tendrá que escuchar las razones de quien ve las cosas desde otra perspectiva”.
Un libro con dos partes
Al principio, Rodríguez Olaizola recuerda uno de sus primeros libros, En tierra de nadie, escrito hace 15 años para abordar interrogantes e incertidumbres de los creyentes detectados durante su sacerdocio incipiente. Entonces los recogió y hoy, con todo el bagaje de una vida en la Compañía de Jesús como sacerdote, escritor y comunicador, los actualiza sometidos a los cambios que han incidido en la transformación social contemporánea: el final de la educación religiosa, el avance del emotivismo contemporáneo y la rebeldía contra el autoritarismo. Tres elementos que también influyen de manera determinante en la nueva percepción de lo eclesial. Desde este análisis sociológico, el autor conduce hacia la realidad de los creyentes y la fe que les alienta, trazando el triángulo que ofrece tres perspectivas de fe: “La fe líquida en un mundo sin Dios; la fe rígida en un mundo sin alternativas y la fe cuestionada en un mundo sin Iglesia”.
Sobre esta realidad construye la primera parte, Saber dónde estamos, con aquellos interrogantes que interpelan a los creyentes y que analiza sin rehuir aspectos y heridas todavía abiertas. Se acerca al papel de la mujer en la iglesia, “una de las asignaturas pendientes del cristianismo, pues ellas tienen una presencia que no se corresponde con su peso en la institución”. Continúa por el de las personas en situaciones irregulares haciendo referencia a familias monoparentales; familias homosexuales; familias recompuestas tras divorcios y nuevas uniones; uniones de hecho –por no hablar de otro tipo de vinculaciones que a veces incluyen a más de dos personas (el llamado «poliamor»)–. Le sigue las personas de orientación homosexual, los jóvenes, los dos amores en referencia a hombres que sienten vocación sacerdotal y matrimonial; y la crisis de los abusos a menores y personas vulnerables. Para cerrar, el jesuita toma la referencia de Jesús de Nazaret, como anuncio para todos y denuncia que no niega el abrazo; situado “en esta tierra en que el amor es fecundo y la búsqueda, infatigable”.
La segunda parte, Vivir en tierra de nadie, describe esa iglesia universal de todos los creyentes. Un lugar donde construir y desde donde enriquecer el mundo. “Es el espacio donde confluyen muchas búsquedas, muchas historias, muchas preguntas. Es comunidad que puede celebrar unida: la vida, el amor, el dolor, la muerte, el ingenio humano, la compasión, la búsqueda de la justicia…” Rodríguez Olaizola va desgranando valores de la iglesia actual como comunidad, como celebración, como servicio, como espacio de buscadores de respuestas. Y propone que los cambios que deban producirse, sean cambios que provengan desde dentro: “A veces tienes que intentar transformar lo que amas o ayudarlo a crecer, pero no a base de ponerte enfrente y lanzarte al acoso y derribo, sino arrimando el hombro y siendo consciente de que el deseo de cambiar es convicción, es compromiso y es búsqueda compartida de la verdad. Una búsqueda en la que, además, uno reconoce que tampoco tiene todas las certidumbres, y tendrá que escuchar las razones de quien ve las cosas desde otra perspectiva”.