Dos vidas. Dos personajes, el santo Ignacio de Loyola (1491-1556) y el literario Don Quijote de La Mancha (1605/1615), gozan de la inmortalidad universal de quienes se mueven hasta el extremo por la fuerza de su fe y de su ideal, el primero en la vida real y concreta y el segundo, en la creación literaria de Miguel de Cervantes. Cuando se celebra el 400 aniversario de la muerte de su autor -16 de abril de 1616- este hito invita a quienes admiran tanto a uno como a otro, a descubrir sus semejanzas. Ya en 1905 Miguel de Unamuno en su libro La vida de Don Quijote y Sancho reflexionaba en profundidad de la relación del personaje universal con Cristo y con sus seguidores, entre ellos Iñigo de Loyola. Entonces, el pensador y literato colocó el punto de encuentro de ambas historias en la biografía del fundador de la Compañía de Jesús escrita por el jesuita Pedro de Rivadeneira en 1583: Vida del bienaventurado Padre Ignacio de Loyola. Para Unamuno, este libro nutría la biblioteca del hidalgo don Quijote, que leyó con tanta pasión como otro libro de caballería. Y ahora, con motivo de este cuarto centenario, Rogelio García Mateo SJ se adentra en los paralelismos ahí expuestos y los describe en un artículo publicado por la revista Manresa de este trimestre (Julio-septiembre 2016).
Sus afinidades arrancan desde su propia conversión por un amor radical. Los dos personajes de temperamento colérico semejante y que compartían la tradición caballeresca, se volcaron en poner en práctica hasta sus últimas consecuencias ese amor profundo o ese ideal. La locura del Quijote le llenó la mente de hermosos desatinos y creyó ser verdad lo que es solo hermosura. Y lo creyó con fe viva, con fe engendradora de obras, y en puro creerlo, hízolo verdad. El corazón de Ignacio de Loyola se debatió entre el amor de la dama de grandes hazañas, fama y honores, y el amor de Cristo, de la humildad, la pobreza y la cruz. Su cruzada interior se reveló en el servicio, en el amor y la reverencia y fue enaltecida por la experiencia mística y la conversión.
Ambos emprendieron sus nuevas vidas con la intención de imitar y obrar lo que leían: Iñigo de Loyola inspirado en las biografías de Cristo y de los santos que le trastocaron el corazón durante su convalecencia y don Quijote, en las novelas de caballerías. Y los dos iniciaron este camino guiados por su cabalgadura, que según describe Rogelio García citando a Unamuno, es uno de los actos de más profunda humildad y obediencia de los designios de Dios. Tras la descripción de nuevas similitudes, se descubre el sentido más profundo de las comparaciones establecidas entre Don Quijote, San Ignacio, Santa Teresa y otros santos: No quedarse en ellos mismos sino llegar hasta el modelo común de todos ellos, Cristo.
El jesuita Javier Leach, filósofo, teólogo y científico, se adentró en los vínculos entre la ciencia, la filosofía y la teología a través del lenguaje de las matemáticas. Se consideró privilegiado porque descubrió «un rico mundo en esta disciplina». Gracias a su comprensión y su visión, las matemáticas le permitieron aumentar su percepción de la belleza y su capacidad para encontrar armonía entre la ciencia y la fe. Con su búsqueda de similitudes y diferencias entre el lenguaje formal de la lógica y de las matemáticas; el lenguaje empírico de las ciencias; y el lenguaje metafísico-religioso de la teología y filosofía, aspiraba a su conexión y a superar sus distancias. Un lenguaje que parece que nos une a todos donde quiera que vayamos es el lenguaje de las matemáticas», una reflexión que caló en toda su obra. Hoy, tras su reciente fallecimiento (3 de agosto de 2016) a los 74 años de edad, su profunda y sabia interpretación pervive en sus discípulos, en su obra y en numerosos espacios digitales que establecen este diálogo entre ciencia y religión: Las matemáticas no sólo nos guían a través de los lenguajes de la ciencia, sino que nos llevan a hacernos preguntas acerca de una realidad mayor que llamaré realidad metafísica y que generalmente abordamos en el contexto de la filosofía y la religión.
Apostaba por no separar ciencia y religión, pues están relacionadas de manera complementaria y no simétrica, decía. Una asimetría basada en el hecho de que el conocimiento religioso necesita de la ciencia, mientras que la ciencia puede, en teoría, desarrollarse y buscar sus objetivos sin hacer referencia a la religión. Y en esta vinculación, reconocía que en la búsqueda del conocimiento de las últimas causas del mundo, hay una mirada hacia la metafísica y su particular lenguaje: ‘El hecho de que esta búsqueda continúe, muestra la existencia de una cierta consistencia sublime, desinteresada y universal en la mente humana’.
De su excepcional libro Matemáticas y Religión, Sal Terrae 2011, Alicia Montesdeoca aportaba su perspectiva en esta reseña del espacio digital Tendencias21: Creo que las ideas interesantes que ofrece este libro permiten a creyentes y no creyentes implicarse en un diálogo fecundo y que el lector tiene en él un instrumento poderoso e inspirador para la investigación futura en el campo de la ciencia y la religión. Sirvan de homenaje y de recuerdo agradecido estas palabras desde este espacio del Grupo de Comunicación Loyola que posee con orgullo su firma y goza de su legado.
CVX también mostraba su sentido agradecimiento por la vida de Javier Leach en su muro de facebook recordando las palabras del autor dedicadas a un sobrino suyo: La vida de todos nosotros tiene algo que termina y algo que permanece, pero que normalmente sólo vislumbramos. Es reconfortante encontrar algo de lo que permanece en medio de tantos cambios. Para los cristianos lo que permanece tiene que ver con la muerte y resurrección de Jesús y con el envío del Espíritu Santo.
Para que Andreas Muñoz (Madrid, 1990) interpretase a Ignacio de Loyola en la película dirigida por Paolo Dy, el joven actor pasó el casting representando el papel de un personaje sin nombre. No sabía más que era un hombre perfeccionista, vanidoso y que se rompía. Cuando en enero de 2015 le confirmaron que el papel protagonista era para él y le desvelaron su nombre, Ignacio de Loyola, no salió de su ignorancia. Le sonaba pero no sabía nada de él. Después de un intenso trabajo interpretativo que se estrenará en los cines en versión inglesa el próximo 27 de julio bajo el mismo nombre del santo, el joven actor ya no sólo conoce al fundador de la Compañía de Jesús, sino que se ha metido en su piel y le ha llevado a vivir cosas alucinantes. Esta película es la mejor manera de que la gente conozca a un hombre que ha cambiado el mundo, dice. A mí me ha hecho creer en él y ver las cosas de otra manera.
Para salir de esa ignorancia buscó en internet. Poco le aportaba de su personaje, al menos no lo suficiente para meterse dentro de san Ignacio. Siguió explorando. Comenzó la ávida lectura de la autobiografía, El peregrino, un relato que le condujo hasta el interior de Ignacio de Loyola. Para encontrarse con su aspecto, sus gestos, su mirada escrudiñó cada cuadro, pintura, escultura e imagen. Estuvo en su casa de Loyola, en su habitación, y vio La Misión, El último Mohicano y otras películas. Y a medida que se adentraba él, iba descubriendo la calidad humana desde la que se transformó en santo. Eran dos personajes y eso fue lo más duro para mí, explica: Del soldado que únicamente pienso en mi gloria y en mi grandeza, al hombre que únicamente pienso en el otro, capaz de pedir limosna para los demás. Del primero la documentación es muy escasa y del segundo, bebió paso a paso de toda la bibliografía. Eso sí, tratando siempre de no contaminar el carácter del primero con la sabiduría del segundo. Cuando terminé la interpretación de los primeros años, comencé a leer los Ejercicios Espirituales.
De gran ayuda fue también el guión, explica, porque narra muy bien ese proceso de transformación. Previamente el director le ofreció una clave al actor: El principio, cuando es el soldado, es el fuego; la parte del peregrino es el agua. Una máxima que integró. Sinceramente es un personaje bastante radical que pasa de ser un soldado a despojarse de todas sus ropas y comenzar su vida como peregrino. ¡Un soldado noble! Impactado e interpelado por este personaje histórico compara su recorrido vital con un personaje actual: Es como si el rey se marchara y dijera adiós para peregrinar y dejarlo todo. Pedía limosna para los demás y no comía porque lo que le daban él lo daba para los más necesitados y enfermos. Y eso, eso es difícil de entender ahora hasta ese punto. Nada para mí y todo para el otro, cuando él era todo lo contrario, mi gloria y mi grandeza. Del mí pasó al vosotros.
No ha pasado mucho tiempo desde el casting y ahora ve cumplido el sueño del estreno de la película, con todo Andreas todavía vive en esa piel de san Ignacio porque lo conoce por dentro y fuera. Y con él convive. Después de este trabajo no me he planteado meterme jesuita, pero sí me dan ganas de hacer más papeles de jesuitas. La admiración y el respeto por el mismo san Ignacio y por quienes le siguen es parte de su aprendizaje.
La película ‘Ignacio de Loyola: soldado, pecador, santo’ se estrena en España el 16 de junio en más de 100 salas de cine.
Cuando el amor consigue sacar siete demonios es porque su fuerza aleja todo aquello que puede causar daño y distanciar de Dios. Una expresión antigua, referencia de esa influencia de Jesús sobre María Magdalena, un amor sin ataduras, que la convirtió en una mujer nueva y le confió la misión de ser mensajera de la buena noticia de la resurrección. Apostola apostolorum, apóstol de los apóstoles ???enviada de los enviados-. Ese amor entre Jesús y María Magdalena es hoy un motivo de reflexión para la iglesia, que busca adentrarse en la dignidad de la mujer. Para ello ha elevado al grado de fiesta de María Magdalena en el Calendario Romano General -22 de julio-. Su valor es el que le otorga la liturgia, la celebración en que se reafirman las creencias, se interiorizan los modelos ideales de comportamiento para transformar al individuo y a la comunidad.
Carmen Bernabé, autora del capítulo ‘María Magdalena: la experiencia pascual, el envío apostólico y el uso conflictivo de su memoria’, del libro Las mujeres en el cristianismo de Sal Terrae, explica que esta fiesta implica que su memoria,recogida y transmitida en los Evangelios, ???debe ser celebrada universalmente; con lecturas y oraciones propias que deben hacer referencia a su importancia y autoridad como discípula, testigo y apóstol de Jesús, antes y después de su Resurrección???.
Su reflexión para la revista Vida Nueva al hilo de esta proclamación fue acompañada de otras perspectivas y sensibilidades. «Es más que un símbolo o un cumplido con la mujer en la Iglesia???, decía en el mismo medio Pedro Miguel Lamet SJ, autor de No sé cómo amarte, donde recrea los sentimientos de Magdalena a través de unas supuestas cartas dirigidas a su maestro aunque nunca entregadas. ???Parece ser un indicador que apunta a transformaciones reales. Viene a ser como nombrarla más que discípula, ‘apóstola’, basado en la primera aparición después de la resurrección y en su misión de anunciarles la Pascua???. A su modo de entender, esta festividad contribuye a enterrar la imagen de la mujer y destaca el poder transformador del amor humano-divino ???que sin duda medió de modo sublime entre Jesús y Magdalena, además de la fuerza de la misericordia».
El teólogo Drewermann explicaba esta entrega con estas palabras recogidas por Mariola López en su libro Ungidas: ???Si de María, la madre de Jesús, podemos decir que solo vivió para él, de María Magdalena tendríamos que decir que solo vivió por él???Lo que ella podía ser lo fue solo por Jesús. De otros se dice que lo dejaron todo para unirse a Jesús. María Magdalena no tenía nada que pudiera dejar; solo podía ganarlo todo. Ella no le siguió como otros; solo sabía que él era el único lugar del mundo en el que ella podía vivir y en el que podía abandonarse a la vida???. Desde esta, la autora invita a seguir a María Magdalena en el reencuentro con Jesús: ???A pedirle que nos revele nuestras palabras de vida, aquellas palabras con las que nos han venido animando, levantando, poniendo en pi y lanzando hacia los hermanos???. Y esta festividad puede ayudar a conseguirlo, a seguir su búsqueda apasionada y perseguir ese encuentro de María Magdalena con el resucitado y que muchos lo ven reflejado de una forma tan bonita en esta escena del Cantar de los Cantares:
???En mi cama, por la noche, buscabaal amor de mi alma:lo busqué y no lo encontré.Me levanté y recorrí la ciudadpor las calles y las plazas,buscando al amor de mi alma;lo busqué y no lo encontré.Me han encontrado los guardiasque rondan por la ciudad:???¿Visteis el amor de mi alma???? .Pero apenas los pasé,Encontré al amor de mi alma:lo agarré y ya no lo soltaré,hasta meterlo en la casa de mi madre,En la alcoba de la que me concibió???.
De Iñigo López de Loyola a Ignacio hay un cambio de nombre que refleja toda una transformación interior y exterior alcanzada tras un intenso camino. Un peregrinar que le curtió espiritualmente siguiendo una ruta trazada en el espacio entre Loyola y Manresa y en su ser, por la voluntad de su Creador y Señor que mueve. Definir el horizonte de este trazado interior le mantuvo en camino toda su vida: Creyendo, peregrinaba; peregrinando, creía, escribía el provincial de España de la Compañía de Jesús, Francisco José Ruiz Pérez, en su prólogo a la nueva edición de El peregrino, autobiografía de San Ignacio de Loyola, preparada por el jesuita Josep María Rambla para la editorial Mensajero.
Su presentación es la muestra de que aquella vivencia sigue siendo hoy una experiencia viva. Ese peregrinar para descubrir la propia identidad, para descubrir al otro y al Otro generó un proceso de fraternización de efectos no solo en san Ignacio. La Compañía de Jesús es la cristalización del itinerario de su fundador hacia el servicio a los demás, lo que él denominó «provecho de las ánimas», continúa Ruiz Pérez. La orden será concebida como vida religiosa apostólica que hermana a sus miembros con personas de toda diversidad y en toda necesidad, a las que proporcionan Evangelio en forma de ministerios múltiples.
Su autobiografía, sus cartas, los Ejercicios Espirituales y otros escritos son esas entrañas del pasado que mueven la piel del presente. La Compañía de Jesús ha recuperado el itinerario entre Loyola y Manresa para quien quiera seguir sus pasos por los senderos que lo transformaron. El Grupo de Comunicación Loyola publicó el sentido y la forma de recorrerlo en el Camino Ignaciano y Guía del Camino Ignaciano, respectivamente. También acaba de publicar una nueva edición de El peregrino, su autobiografía, donde se refleja esa transformación de ese hombre hundido que emprende la búsqueda y se encuentra no el Dios del instante, sino del camino. Otros muchos ministerios transmiten ese ser ignaciano para hacer creyentes. La misma conversión que transformó a Iñigo López de Loyola en Ignacio.
Más que música rock, Francesco Lorenzi y su grupo The Sun actuarán en la jornada de la JMJ y ofrecerán un auténtico testimonio espiritual. Ellos son protagonistas del libro de la editorial Mensajero El camino del sol, la autobiografía de una historia de conversión y de la experiencia vital de Lorenzi que atravesó por un atormentado itinerario interior del que se desprenden interesantes enseñanzas. Su presencia en Cracovia, en el escenario principal justamente antes de que el Papa Francisco celebre la eucaristía con todos los jóvenes el último día (26 -31 de julio), saca a la luz una música transmisora de emociones espirituales en respuesta de preguntas últimas de sentido. Los sonidos también vehementes del rock y los recorridos existenciales sufridos a lo largo de senderos tenebrosos, se transforman justamente en el «camino del Sol».
Esta banda italiana nació en 1997 bajo el nombre de Sun Eats Hours y en sus primeros diez años cosechó grandes éxitos musicales y los peores fracasos personales. Hasta 2007 sus piezas recibían las mejores críticas de las revistas especializadas mientras ellos se entregaban a borracheras fastidiosas, promiscuidades y ambigüedades sexuales, habitaciones de hotel destrozadas, camerinos pintarrajeados, relaciones falseadas, drogas, mentiras entre sus componentes, peleas, traiciones, humillaciones silenciadas por interés personal
. Todo cambió. Lorenzi, con 25 años de edad, se enfrentó al vacío que se había formado en todos los ámbitos de su existencia. Sus certezas se caían a pedazos. «Comencé a volver con la mente, y luego con el corazón, a las grandes preguntas de la vida, aquellas que hoy defino como las preguntas justas», comenta en el libro: «¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Adónde iré? ¿Qué quiero de mí? ¿He amado lo suficiente? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Soy capaz todavía de soñar? ¿Qué sentido quiero darle a mi existencia? ¿Qué me hace plenamente libre, alegre y agradecido?». De todas ellas la búsqueda de la respuesta de una principal, «¿por qué, aun teniendo la vida que siempre he soñado y que gran parte de mis coetáneos querrían vivir, no soy feliz?», le sumió en ese profundo cambio.
Hoy su música rock posee un gran poder evocador y provocador. De su testimonio personal, tras superar el atormentado itinerario de búsqueda, florecen emociones vivas que han desmoronado los prejuicios de muchos cardenales, obispos, estudiosos…, y han cautivado el corazón de muchos jóvenes, creyentes y no creyentes.