«En estas dos semanas he cocinado más que en los tres últimos meses. He desempolvado mis libros de recetas y me he lanzado a hacer nuevos platos, postres y todo tipo de repostería. Uno de los pocos alicientes que nos queda es ir a la compra, cocinar con más tiempo y comer juntos.
El tiempo de confinamiento ha cambiado rutinas y horarios. Y ahora que todos estamos en casa, tenemos más oportunidades que nunca de comer en familia. Ante nosotros tenemos un recurso barato, accesible y de uso de diario, como es comer, para educar a nuestros hijos en hábitos saludables, valores, destrezas de comunicación y una oportunidad para detectar problemas y poder prevenirlos/resolverlos.
Por si todavía no habéis caído en los múltiples beneficios que os puede aportar comer en familia durante la cuarentena, aquí os dejo algunos:
- Jugar con los niños: sin colegio, los niños tienen mucho más tiempo libre y es una ocasión excelente para meterles en la cocina. Podéis buscar una receta juntos, cocinarla sin prisa, preparar una bonita mesa, sentaros y celebrar que estáis juntos.
- Cocinar más sano y variado: aprovechad para elaborar menús semanales más equilibrados. Atreveos a introducir nuevos sabores y alimentos. Podemos seguir educando en hábitos de alimentación saludable.
- Involucrar a todos: sabemos que comer juntos implica un montón de trabajo (hacer la compra, cocinar, poner la mesa, recoger la cocina). Hagamos que todos nos sintamos corresponsables.
- Conocernos mejor: tenemos por delante muchos momentos para tener conversaciones tranquilas. Podemos sacar en la mesa temas sobre los que queremos oír hablar a nuestros hijos.
- Informar y concienciar de la realidad que estamos viviendo. Seguro que nuestros hijos están recibiendo mucha información en RRSS sobre el coronavirus y no siempre distinguen las noticias falsas de las que no lo son. El rato de la comida puede ser un buen momento para actualizar el estado de la pandemia y aclarar bulos. También podemos recordar a los que están enfermos y destacar todas las iniciativas solidarias que están emprendiendo los ciudadanos. Es una oportunidad excelente para hacer que nuestros hijos sean personas sensibles y compasivas con el dolor y sufrimiento de los demás.
- Compartir tiempo con los adolescentes. Seguramente nuestros hijos adolescentes pasan mucho tiempo en sus habitaciones estudiando, hablando con amigos… pero el rato de la comida y la cena saldrán de sus refugios y se juntarán con la familia. Aprovechad estos días para comer sin prisa, haced sobremesa (en la medida de lo posible) y escuchad lo que os cuentan.
- Planear, soñar, planificar proyectos de futuro juntos. Comer juntos es una ocasión para reírnos y poder organizar viajes y proyectos. Desear y esperar son verbos poco ejercitados en nuestra sociedad. Hablemos de lo que nos gustaría, qué estamos deseando que llegue, cual sería nuestra mayor ilusión.
La guía de Comer en Familia, de plena actualidad: Comer bien, sano y equilibrado, de manera sencilla y didáctica. Ese es el objetivo del libro de la autora Miriam Magallón, que al hilo de su lectura bucea en la realidad del confinamiento social. Desde ahí aborda el momento de comer juntos estos días y recupera sus estrategias para manejar problemas con los niños a la hora de comer; «respuestas y soporte a muchas de tus inquietudes ganar una mejor relación con la comida: también los mayores tenemos cosas en las que trabajar».
¡Que aproveche y feliz lectura!»
Miriam Magallón, autora del libro Comer en familia, de Mensajero
Hace unos días una lectora nos decía que leer estaba siendo para ella durante este confinamiento, la mejor válvula de escape de una olla a presión.
Y es que ante todo lo que está ocurriendo, algo tan sencillo como leer, es una gran ayuda para controlar mejor esas emociones “a flor de piel”. También para aprovechar el largo tiempo en casa sin sucumbir. Y sobre todo, para descubrir en aquello que leemos, el sentido profundo de las realidades que nos ha tocado vivir ahora.
Para estos momentos, el libro electrónico puede ser una gran opción para disfrutar mejor de la lectura. Con un eBook, puedes abrirte a un mundo de posibilidades. Y también empezar a leer cuando quieras y de forma muy económica. Y ahora el IVA ha bajado…, ¡así que es momento de aprovechar!
Pero… ¿y si el confinamiento te ha pillado sin un dispositivo para leer? ¿Quieres leer el eBook en tu ordenador? ¡También puedes! Hay muchas maneras, pero nosotros te recomendamos la más sencilla de todas. Tan solo necesitarás una cuenta de Google. Te lo explicamos:
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- Compra el eBook que quieras leer.
- Descarga en tu ordenador el archivo que te enviamos por correo electrónico.
- En tu navegador, entra en Google Play Books con tu cuenta de Google.
- En el menú de la columna de la izquierda, haz clic en «Mis libros».
- En la esquina superior derecha, haz clic en el botón azul «Subir archivos».
- Sube el archivo del eBook.
- ¡Ya puedes empezar a leer el libro electrónico en tu ordenador! Súper cómodo, ¿verdad?
Ojalá que alguno de estos
eBooks puedan acompañarte y ayudarte durante estos días.
En esta situación tan abrumadora que estamos viviendo hay algo nuevo: y es que no podemos hablar en singular, porque nos afecta a todos. Estamos ante un éxodo colectivo que nos está acercando los unos a los otros de una manera nueva, sin igual. Una extraña cercanía, porque no puede ser física, y sin embargo nos sentimos más cerca unos de otros que nunca: con los compañeros de comunidad, con todos los que colaboran con nosotros de diferentes modos, con los vecinos de nuestro barrio y de nuestra ciudad, con el país, con el mundo, con las difíciles decisiones que han tomar los políticos, con todo el cuerpo sanitario y con toda la cantidad de otra gente cuyos servicios damos por supuesto en nuestra sociedad tan anónima y que ahora empiezan a tener rostro. Nos sentimos hermanados más que nunca, y agradecemos lo que hacemos unos por otros.
A su vez, necesitamos tomar perspectiva y darnos cuenta de que tal vez estamos viviendo, de un modo colectivo, le que sucedió Ignacio de Loyola: una bombarda segó su pierna en plena batalla y se detuvo. Fue forzado a un confinamiento, de unos nueve meses. Las primeras semanas se debatió con el dolor y con la muerte, pero luego se empezó a abrirse en él algo diferente y de ese tiempo nació un hombre nuevo. ¿No es esta la oportunidad que se nos está dando como sociedad, incluso como civilización? ¿No es una bombarda la que ha segado nuestra carrera imparable, el galope de un gigante que nadie podía detener? De pronto hemos sido inmovilizados por unos pequeños seres que ni siquiera vemos y el gran coloso ha caído. El mundo que creíamos invulnerable no lo es.
Confusos y aturdidos, con dolor y también con temor, estamos postrados en cama, cada cual en la suya (porque cada uno tiene que hacer su propio proceso) pero todos en la misma habitación, porque esta postración nos afecta y nos atañe a todos. Hay y habrá que pasar por todas las fases de este trance. No nos podemos ni podremos saltar ningún paso porque la Vida tiene sus leyes y la Vida es maestra. Procede de Dios y nada es ajeno a Él, sino que todo es manifestación suya. También esta prueba. Ignacio necesitó su tiempo para comprenderlo. Al comienzo tuvo que lidiar con la fiebre y el dolor de sus heridas; cuando se empezaron a calmar, primero buscó entretenerse y finalmente fue hallado por Quien le buscaba a él a través de esa herida. Lo que al inicio vivió como una derrota y un fracaso, fue su segundo nacimiento. Como Ignacio, tal vez tratemos al comienzo de entretenernos leyendo libros de caballerías que nos evadan de nuestro verdadero combate; o tal vez ya nos hemos puesto a leer textos verdaderos, textos revelatorios que nos devuelvan a nosotros mismos para disponernos a Escuchar.
Lo nuevo de todo esto es que no es una situación individual, sino colectiva y civilizatoria. Es ahora cuando se nos da la oportunidad de ponernos realmente a Escuchar y a discernir los signos. Pero no solos, sino juntos. Tal vez esta sea la diferencia fundamental con respecto a Ignacio. Como le sucedió a él, el reto está en pasar de un confinamiento forzado a un retiro libremente elegido.
Disponemos de muchas herramientas –entre ellas, las que Ignacio mismo nos dejó- para convertir este confinamiento colectivo en un retiro compartido, en unos Ejercicios colectivos de discernimiento y [re]conversión. Son muchos los elementos, muchos los planos y niveles que están en juego. San Ignacio empezó a ponerles nombre en su lecho convaleciente de Loyola. Allí aprendió a discernir. Pero fue solo cuando le detuvieron y fue de una forma abrupta y dura. Él no lo hubiera hecho por mutuo propio. Tampoco nosotros, tampoco nuestra sociedad estaba dispuesta a hacerlo.
Bendito confinamiento si nos sirve para recibir una luz y un conocimiento que no teníamos y bendita prueba si nos ayuda a recibirla y descubrirlo juntos. Más que nunca nos necesitamos unos a otros. La luz de uno es luz para todos.
Javier Melloni, autor de Éxodo y éxtasis en Ignacio de Loyola

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En tierra de todos, el último libro de José María Rodríguez Olaizola, es un ensayo reflexivo y hondo sobre la enorme pluralidad y diversidad de la iglesia del siglo XXI. Un análisis nutrido de la larga experiencia pastoral del autor y expresado con una especial agilidad comunicativa tan presente en las redes sociales. Una experiencia desde la que trata de responder a los principales interrogantes que interpelan a los creyentes y, que en ocasiones, les mueven a sentirse excluidos de la Iglesia. Configura la imagen de una iglesia viva y rica a través del análisis sociológico, con el testimonio personal, la exposición teológica y la mirada amplia ante las búsquedas e interrogantes siempre presentes: “Este libro trata de responder a la misma pregunta que me hice cuando escribí En tierra de nadie, ¿por qué seguir?”, explica el autor. “Solo que ahora he cambiado yo, ha cambiado la sociedad, ha cambiado la iglesia donde es posible hablar de diversos temas. No es una segunda parte”.
Su lectura suscita el diálogo porque se trata de una reflexión «sobre nosotros, creyentes, que intentamos vivir nuestra pertenencia con honestidad, fidelidad y realismo. Que no queremos ir por libre, pero necesitamos respuestas a problemas que aún no están claros”, argumenta el autor. Y así de la primera parte donde desgrana esa realidad eclesial ‘inquietante’ continúa hacia una segunda, donde el autor describe los elementos que hacen de la iglesia universal esa tierra de todos: “La iglesia es una comunidad de gente unida por el vínculo de la fe, nacida por la acción del Espíritu, llamada a ser casa de todos, portadora de una buena noticia, y donde podemos celebrar la vida y la fe para encontrarnos con Dios. Y por eso tantas personas no se resignan a dejar que la Iglesia sea la triste caricatura que algunos quieren hacer de ella. Ni tampoco están dispuestos a alejarse de ella, por más que haya quien quisiera convertirla en un coto cerrado para unos pocos supuestamente puros. Porque muchas personas no pueden aceptar –con razón– sentirse ciudadanos de segunda en esta ciudad de Dios”.
En el fondo de todo el libro subyace la búsqueda de creyentes sólidos para una iglesia plural. En esa realidad donde es posible encontrar otro significado de pertenencia. El autor describe esa pluralidad creyente que a lo largo de la historia ha padecido determinadas actitudes que hacían tambalear su pertenencia: la mujer, las personas en situaciones diversas familiares, las personas de orientación homosexual, los jóvenes en tierra de nadie, los sacerdotes que sufren tensiones entre dos vocaciones, la crisis de los abusos. “¿De todos estos temas, cuál crees que es más urgente hoy en día, tanto porque es el que está configurando más a la gente en su situación con la fe y con la iglesia, o no, o crees que es una constelación y todos tienen igual peso?, pregunta otro jesuita, Antonio Allende, acompañante del autor en sus presentaciones (aquí un resumen de su presentación en Valladolid). Su respuesta apunta al tema de la mujer como aspecto fundamental: “Una sociedad donde se ha puesto de manifiesto el clamor por la igualdad, y la conciencia de que en la iglesia no se da la igualdad, sin reducirlo al tema del sacerdocio porque son muchos más, yo creo es lo más urgente hoy en día. Además esto afecta a la mitad de los miembros de la iglesia”.
Una vez desgranadas las razones de tantos que siguen cuestionando ese ¿por qué seguir en la iglesia?, el libro se centra en la propuesta y horizonte de sentido que ofrece la iglesia. Lejos de prejuicios e inspirado en el amor que ofrece el Mensaje. Y desde ahí propone la mirada transformadora de la iglesia como comunidad, celebración, servicio y espacio de búsquedas: “A veces tienes que intentar transformar lo que amas o ayudarlo a crecer, pero no a base de ponerte enfrente y lanzarte al acoso y derribo, sino arrimando el hombro y siendo consciente de que el deseo de cambiar es convicción, es compromiso y es búsqueda compartida de la verdad. Una búsqueda en la que, además, uno reconoce que tampoco tiene todas las certidumbres, y tendrá que escuchar las razones de quien ve las cosas desde otra perspectiva”.
Un libro con dos partes
Al principio, Rodríguez Olaizola recuerda uno de sus primeros libros, En tierra de nadie, escrito hace 15 años para abordar interrogantes e incertidumbres de los creyentes detectados durante su sacerdocio incipiente. Entonces los recogió y hoy, con todo el bagaje de una vida en la Compañía de Jesús como sacerdote, escritor y comunicador, los actualiza sometidos a los cambios que han incidido en la transformación social contemporánea: el final de la educación religiosa, el avance del emotivismo contemporáneo y la rebeldía contra el autoritarismo. Tres elementos que también influyen de manera determinante en la nueva percepción de lo eclesial. Desde este análisis sociológico, el autor conduce hacia la realidad de los creyentes y la fe que les alienta, trazando el triángulo que ofrece tres perspectivas de fe: “La fe líquida en un mundo sin Dios; la fe rígida en un mundo sin alternativas y la fe cuestionada en un mundo sin Iglesia”.
Sobre esta realidad construye la primera parte, Saber dónde estamos, con aquellos interrogantes que interpelan a los creyentes y que analiza sin rehuir aspectos y heridas todavía abiertas. Se acerca al papel de la mujer en la iglesia, “una de las asignaturas pendientes del cristianismo, pues ellas tienen una presencia que no se corresponde con su peso en la institución”. Continúa por el de las personas en situaciones irregulares haciendo referencia a familias monoparentales; familias homosexuales; familias recompuestas tras divorcios y nuevas uniones; uniones de hecho –por no hablar de otro tipo de vinculaciones que a veces incluyen a más de dos personas (el llamado «poliamor»)–. Le sigue las personas de orientación homosexual, los jóvenes, los dos amores en referencia a hombres que sienten vocación sacerdotal y matrimonial; y la crisis de los abusos a menores y personas vulnerables. Para cerrar, el jesuita toma la referencia de Jesús de Nazaret, como anuncio para todos y denuncia que no niega el abrazo; situado “en esta tierra en que el amor es fecundo y la búsqueda, infatigable”.
La segunda parte, Vivir en tierra de nadie, describe esa iglesia universal de todos los creyentes. Un lugar donde construir y desde donde enriquecer el mundo. “Es el espacio donde confluyen muchas búsquedas, muchas historias, muchas preguntas. Es comunidad que puede celebrar unida: la vida, el amor, el dolor, la muerte, el ingenio humano, la compasión, la búsqueda de la justicia…” Rodríguez Olaizola va desgranando valores de la iglesia actual como comunidad, como celebración, como servicio, como espacio de buscadores de respuestas. Y propone que los cambios que deban producirse, sean cambios que provengan desde dentro: “A veces tienes que intentar transformar lo que amas o ayudarlo a crecer, pero no a base de ponerte enfrente y lanzarte al acoso y derribo, sino arrimando el hombro y siendo consciente de que el deseo de cambiar es convicción, es compromiso y es búsqueda compartida de la verdad. Una búsqueda en la que, además, uno reconoce que tampoco tiene todas las certidumbres, y tendrá que escuchar las razones de quien ve las cosas desde otra perspectiva”.
¿Lo quieres? Lo tienes. En 48 horas. Mañana. ¡Ya mismo! La vida se nos ha llenado de ofertas fáciles. Mensajes diseñados para que hagamos o compremos cosas, ideas y sueños impulsivamente. Inconscientemente. El truco está en que no tengamos que pensar mucho.
¿Sociedad de consumo? Ya lo sabemos. Lo que nos cuesta es asumir que cada día somos un poquito más líquidos. Nos dejamos llevar por la ola. O mejor, nos volvemos un poco más huecos. Esa es la metáfora que utiliza Benjamín González Buelta en su último libro. Todo ese mundo de propuestas y promesas inconsistentes son como la carcoma que se come el interior de la tabla de madera, dejando una superficie impoluta. Pero cuando la sujetas… ¡ah! Se deshace en tus manos. ¡Una vida llena de huecos!
Si entiendes la comparación, desde luego puedes comprender que muchas de tus decisiones en realidad se han movido por otros intereses que no eran precisamente los tuyos.
Bueno, ¿y ahora qué? ¿Cómo vas recuperas tu capacidad de elegir libremente?
Puede que sea el momento de que te pares a examinar tu fe en Dios. Y si crees de verdad en el mensaje liberador de Jesús, deberías ser capaz de alejar el miedo a no sentir a Dios en tu propia vida. No, no es que Dios no te hable. Es que quizás no estás dejando que se exprese en ti y en todo lo que te rodea.
Y esta es la propuesta de Benjamín. Dios está llegando a tu vida siempre de manera nueva. Se acerca con propuestas de vida verdadera que emergen en la realidad en la que te mueves. ¿Pero cómo descubrir su presencia? Con un método que exige profundidad, orden y sinceridad espiritual: el discernimiento. Concretamente el discernir “ignaciano». Y precisamente, Benjamín González Buelta, con esa sencillez, cercanía y confianza absoluta del amigo que ve y comprende tu mundo interior, es uno de sus mayores conocedores de este aspecto tan importante de la espiritualidad ignaciana. Por sus profundos estudios, y sobre todo, porque este jesuita en constante misión, ha hecho del discernimiento una auténtica forma de vida.
Y es que de eso trata el discernir. De ser capaz de estar siempre abierto a ese constante “hacer de Dios”. No para ocasiones especiales o excepcionales. Eso es un falso discernimiento. Sino para toda una vida abierta a descubrir y a crear las mejores posibilidades. Para nosotros y para otros. ¡Porque que el discernimiento se contagia fácilmente!
Carcoma o verdad. Anulación o libertad desde Dios. Dos banderas. Dos opciones.
Un libro que clarifica, que motiva y ayuda a cualquier creyente a hacer presente a Dios con las elecciones y decisiones en cualquier momento y situación. Un libro esencial para todos esos que vivimos para tender puentes, crear vínculos y construir el Reino.

QUIERO COMPRARLO »
Pepita Sarmiento, de Gracia Iglesias y David Sierra, publicado en Mensajero, es un cuento delicioso de una niña que cada vez que salía a la calle volaba como una pluma y se la llevaba el viento hasta la última nube, hasta el pico de la montaña o hasta la copa de un árbol. Mientras, sus padres ponían todos los remedios para evitar el peligro de perderla. Una historia relatada con imaginativas ilustraciones y una narrativa cercana y sencilla que ha sido premiada en la III edición del Festival Internacional de Literatura Infantil y Juvenil de Tres Cantos – Madrid- (FestiLIJ3C). Allí los dos autores, narradora e ilustrador, destacaron entre un gran número de escritores de la escena internacional. Su brillante combinación ofrece una historia fantástica que bien puede trasladarse a la realidad de muchos. Es el secreto que atesoran mensajes universales como el de Pepita Sarmiento: A quien amas dale alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarse.
La creatividad de Gracia Iglesias -autora del nuevo libro Ovimamis y Paparaguáis – ya ha sido reconocida en otros certámenes y antes de acudir a la última edición del FestiLIJ3C del 1 de marzo, el periodista Jesús Marchamalo, entrevista a la autora en el programa de El ojo crítico de RNE -minuto 33.38-. Un tiempo para profundizar en su biografía, para compartir sus historias vividas e imaginadas. En este programa del pasado viernes 28 de febrero, recuerda sus cuentos de niña de Salvat como Gobolino, el gato embrujado; o los cuentos tradicionales de Las 1.001 noches, y explica cómo apostó por este apellido Sarmiento. Una charla que acerca a la calidad humana y literaria de una narradora que busca en sus historias llegar a las personas y enriquecer la creatividad. Y un espacio para escuchar el cuento, el viento y a unos padres protectores.
Nuestra enhorabuena por el premio a los dos, Gracia y David ¡Qué delicioso trabajo!